Ustedes no se dan una idea lo que fue salir por la puerta trasera del avión de la aerolínea de bandera local y respirar por primera vez el aire arenoso y esponjoso de Qatar. Faaaa, qué sensación, loco. Automáticamente, si alguien tenía alguna duda sobre lo que podía esperar de pisar este mundo y cultura nueva para los que vivimos en occidente, se esfumó.
No te hablo ni de política ni de nada por el estilo, te hablo de la sensación de que tu cuerpo y alma se pone solito en modo mundial. Desconectás el modo jetlag y solita tu cabeza te conduce a la número 5, a Messi, a la Selección. A pensar en el mañana cuando todavía no cruzaste migraciones, y a querer contar todo lo que no viste porque la ansiedad gana 5-0.
LA GACETA, rumbo al Mundial Qatar 2022: "¿Pesos argentinos? No, gracias"Las poco más de 34 horas de lastre de vuelos entre Buenos Aires y el aeropuerto qatarí de Hamad desaparecieron como por arte de magia. El cansancio, cuando de escalas y cambio de uso horario se trata, hizo honor a la vitalidad y nos dio una tregua. Respirar el aire qatarí fue como teletransportarme a Tucumán. Cerca de la medianoche, el termómetro marcaba 27 grados centígrados y una humedad, seca en comparación a la nuestra, bien llevada. Las diferencias entre este país y nuestro Jardín de la República fueron fluyendo a partir de los “amenities” cotidianos de la vida misma.
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Aviso parroquial; si vienen a Qatar, traigan abrigo. No se los digo en broma, se los recomiendo. El contraste entre la temperatura ambiente, los edificios y hasta el mismo bus que nos llevó de la pista hasta la zona de recupero de nuestro equipaje fue brutal. Sería algo así como salir del sauna y entrar a una cámara frigorífica. Y de nuevo lo mismo. Y así todas las veces. Por eso les digo, una camperita no estará de más.
A la Sutrapa qatarí la maneja y digita el gobierno. Y saben cómo funciona? Como relojito suizo. Eso sí, la gitaneada de pelear el precio, incluso averiguar antes de subir, es una vieja costumbre que jamás perderemos. Llamémosle sexto sentido para el cuidado de la moneda.
LA GACETA, rumbo al Mundial Qatar 2022: De Italia, con amorMetros antes de cruzar el umbral del gigantesco lobby, un señor bien parecido vestido con chaleco nos invita a hacernos de los servicios de su empresa de traslado. El precio, calculadora de iphone en mano, asciende a 40 dólares. Una barbaridad. El olfato de nuestra naturaleza ahorrativa y precavida nos llama la atención y decimos, gracias. Seguimos hacia los taxis.
De color verde agua maraviloso, los autos de alquiler son el sueño de una vida: caja automatica, asientos de cuero, últimos modelos y VTV al día. Igualitos a los de tucson, sobre todo porque no hay que parar a cargar gas o los asientos no te empapan de la tierra culpá del poco aseo de la unidad. Bueno, basta.
volvemos a Doha, nuestra base de operaciones, nuestra casa en los días que estaremos con LA GACETA haciendo la cobertura del Mundial.
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No bien hacemos el check in en el Hotel Turista, Faruk, el guardia de la puerta, me pregunta si teníamos miedo de venir por su cultura, la musulmana. Raspando los detalles mínimos, le hago saber cuáles son las situaciones que no me parecen justas ni tampoco igualitarias. El hombre, de origen Ugandés que vive hace seis años acá, asiente y me retruca con que “la seguridad en ese país no tiene precio”. Entonces, la comparación odiosa con lo nuestro se retrotrae hasta tirarme de los pelos. La seguridad es lo que más anhelamos nosotros.
Igualmente, con eso no alcanza para tapar otras cuestiones, lamentablemente, graves.
La frustración de ir a ver a Messi… y no encontrarloPero como la ley de la vida así lo dicta, uno debe amoldarse a las costumbres del país donde va, siempre y cuando éste no se cruce límites de lo indebido.
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La ansiedad es tan grande que la hoja de ruta de nuestro sábado está casi completa. La primera misión es ir a la sede de la FIFA, formalizar con Guillo Monti nuestras credenciales de periodistas habilitados para hacer una cobertura 100% del torneo y luego conocer Doha, la capital de la sede del Mundial que nos recibió a luz de una luna que no pudimos ver, y a una temperatura que tanto nos recuerda a Tucumán. Tan cerca, tan lejos. Y con tantas ganas de contarles cada segundo de lo que vivamos en este Mundial que ni les digo. Abrazo, nos vemos en un rato.